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El Ideal de Jaén se hace eco de la obra de Astrid Antuña Llorens

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El Ideal de Jaén se hace eco de la obra de Astrid Antuña Llorens

A través de una profunda investigación, la familia de Aniceta, que es como se llamaba, quiere que sea reconocida como hija del Marqués de Linares. Un libro escrito por Astrid Antuña descubre la presunta hija ilegítima que tuvo Don José de Murga. Esta es la información que aparece en el Ideal de Jaén sobre la obra La niña a la que nadie quiso: ¿Era realmente la hija ilegítima del Marqués de Linares?
Linares. Mucho se ha hablado de las obras de caridad y del legado que los Marqueses de Linares, José de Murga y Reolid y Raimunda de Osorio y Ortega, dejaron en la ciudad minera. Su vida ejemplar y perfecta puede ahora verse trastocada o no por la publicación de un libro en el que se recogen documentos de la época referentes a una historia que podrían atestiguar que el Marqués de Linares pudo tener una hija ilegítima, presuntamente.
'La niña a la que nadie quiso' ha sido escrito por Astrid Antuña, genealogista, después de descubrir esta historia por casualidad a través de las redes sociales, y haberla investigado durante meses. «Yo no conocía nada de esta historia pero una familia de Baeza quería que saliera a la luz que su abuela Aniceta, aunque todo el mundo la conocía como Lola, era hija ilegítima del Marqués de Linares. Hablé con su nieta y me enganchó la historia desde un principio porque me resultó su testimonio muy creíble», comenta la autora. Los comienzos de la investigación no fueron fáciles porque no hallaba información alguna del Marqués de Linares y, al principio, tuvo que aproximarse a esta historia a través de documentos y de cosas que le iban contando sus nietas.
Aniceta nació en Madrid el 17 de abril de 1892. Hasta 1901, año en el que muere Don José de Murga, vivió allí y, según esta le contó a sus hijas, lo hizo en el Palacio de Linares que se encuentra en la Plaza de Cibeles. Según su testimonio, cuando muere su 'padre', la trasladan a Linares con unos 'familiares'. En la ciudad permanece hasta 1904, cuando tiene que hacer las maletas y marcharse hasta Baeza a la casa de un matrimonio que tiene 2 hijas, casi de su misma edad. Este matrimonio vive en la ciudad Patrimonio de la Humanidad en una casa de alquiler, muy cerca de la iglesia del Salvador. El cabeza de la familia con el que la dejan es el encargado de unas fincas del Marqués de Linares, es decir, el manijero, y al morir el marqués, sigue en su mismo puesto porque las hereda Raimunda Avecilla Aguado, la ahijada de Don José de Murga.
Esta mujer, que hereda gran parte del patrimonio del Marqués de Linares (aunque no sus títulos), era hija de Federico Avecilla, abogado del marqués y de Raimunda Aguado, que era hija del administrador de las propiedades del marqués en Linares y hermana de otro administrador de las tierras del marqués en Villargordo, donde aún este tiene su tumba en el cementerio de este municipio.
Aniceta pasará ya toda su vida en Baeza, pero no sabe que este es su nombre hasta que acude a la iglesia del Salvador porque quiere casarse. Allí descubre que no se llama Dolores, sino Aniceta y que su apellido es Expósito. «Ella siempre creyó que aquel matrimonio le había dado su nombre, aunque no fuesen sus padres pero no lo hicieron a pesar de que en uno de los certificados de nacimiento de sus hijos, ellos, no se por qué razón figuran como padres de Aniceta, cuando nunca lo fueron, mientras que en el resto de documentos de sus otros 5 hijos, no lo hacen», apunta Antuña.
Una dote para sobrevivir
Finalmente se casa y tiene 6 hijos. Otro de los misterios que rodea a esta historia es la dote que recibe Aniceta. Ella se había criado con una familia que no tenía grandes recursos, si bien y sin poder atestiguar quién se la dio, recogió en Linares una dote enorme. «Ella pasó muchas penurias en su vida y, gracias a esta dote, fue sobreviviendo. Vendió los mantones de manila, los colchones y todo lo que tenía de la dote para poder alimentar a sus hijos. Llegó a pasar mucha hambre», apostilla la autora. De hecho, Aniceta y su familia estuvieron viviendo en varias casas de alquiler, pero nunca tuvieron una propia. La muerte le sorprendió siendo joven y en extrañas circunstancias, según relataban sus hijas y aquí es cuando se puede hallar otro indicio que la vincule con el Marqués de Linares. A ella la enterraron en una fosa común en el cementerio de Baeza, envuelta en el hábito de la Virgen del Carmen, como se hizo con todos los componentes de la familia Murga y de la de la mujer del marqués y no dejaron que sus hijos y marido acompañaran el cadáver por lo que nunca supieron dónde estaba enterrada.
En el contexto donde se desarrolla esta historia, en plena Guerra Civil, los vecinos de Baeza no sabían ni leer ni escribir y, sin embargo, acudían a casa de Aniceta para que esta les diera una mínima educación. Con este aprendizaje, los baezanos podían mandar y recibir cartas del frente. Aniceta, al parecer, aprendió a escribir en un colegio los Escolapios de Linares que tenían los Marqueses en uno de sus palacios.
«Cada vez que preguntaba sobre sus verdaderos padres recibía de su familia 'adoptiva' la misma respuesta: ¿para qué quieres saberlo si te han abandonado? y por respeto nunca pidió nada», declara Antuña. El hombre que la cuidó estuvo en la cárcel de Baeza y ella le iba a llevar cada día comida porque lo consideraba como a un padre.
«Aniceta nunca recibió nada. Vivió en la pobreza más absoluta. Pero sus descendientes solo quieren que se reconozca que ella era la hija, o mejor dicho, una de las hijas del Marqués de Linares», señala la genealogista. Y es que, Antuña Llorens está ahora investigando la existencia de, al menos, dos presuntos hijos ilegítimos de Don José de Murga. Uno de ellos es de Linares y su familia vive en la ciudad. Según cuentan, aunque su abuelo no fue reconocido, sí que aseguran que pudo estudiar una carrera gracias a la fundación que el Marqués de Linares creó para obras de caridad en la ciudad «Lo de tener hijos ilegítimos en la época era normal. Con estos gestos quizás él quería limpiar su conciencia porque él tenía una imagen que cuidar y una fuerte vinculación con la Iglesia. Estuvo varias veces en el Vaticano», destaca Antuña.
La autora cree que Aniceta no luchó porque se la reconociera como hija del Marqués porque tuvo una vida muy dura y ocupaba su tiempo en trabajar para intentar sacar a sus hijos adelante.
Documentación
Para escribir el libro, Astrid Antuña estuvo en el Archivo Regional de Madrid, en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid y recibió información del Archivo Secreto del Vaticano gracias a su amigo Fabio Cassani. La aportación fotográfica es de Antonio del Arco, al que agradece su estrecha colaboración, así como a Dolores y Carmen Martínez Jódar, nietas de Aniceta, «que son las que siempre han luchado para que esta historia saliera a la luz y las que me buscaron para, que con su aprobación y datos, saliera este libro que llevaban tiempo queriendo hacer y dejarlo plasmado en 'letras de oro' y que, según sus palabras, hará justicia y será la voz de Aniceta y de todos aquellos que nunca pudieron hablar», destaca la autora.
El libro ya está en la imprenta y espera tenerlo a finales de verano. Lo presentará en Baeza en el mes de octubre, y está pendiente de poder cerrar otra fecha para hacer lo propio en Linares con la colaboración del Centro de Estudios Linarenses.

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