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Reseña de Desde mi ventana realizada por José Antonio Tomás Ortiz de la Torre

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Reseña de Desde mi ventana realizada por José Antonio Tomás Ortiz de la Torre, Académico de Número y Presidente de la Sección de Derecho de la Real Academia de Doctores de España.

Excelente la reseña realizada por José Antonio Tomás Ortiz de la Torre, académico de número y presidente de la sección de derecho de la Real Academia de Doctores de España, de la obra Desde mi ventana, de nuestro autor Antonio Bascones Martínez. Os dejamos la reseña al completo:
La complicidad entre Medicina y Literatura es una realidad innegable que viene de muy lejos. Podría decirse que gran parte de quienes se sienten atraídos por el arte de Hipócrates, Galeno de Pérgamo y Esculapio participan de una doble vocación: la de curar a los enfermos y la de la escritura, ya en prosa ya en verso, aunque curiosamente su letra generalmente solo resulte legible para quienes regentan la oficina de farmacia, convirtiendo ésta en una especie de "oficina de interpretación de lenguas". La historia está repleta de grandes figuras de la literatura que, calladamente, ejercieron la medicina o, al menos, cursaron los estudios universitarios que les convirtieron en licenciados y doctores; una faceta que en muchos casos quedó eclipsada por la literaria siendo conocida la persona por sus aportaciones literarias y no por su condición de galeno. Friedrich von Schiller, el famoso filósofo, poeta y dramaturgo alemán, ejercía como médico en 1780 en un regimiento acantonado en Stuttgart. El también escritor y dramaturgo ruso Antón Chejov decía que la medicina era su esposa legal mientras que su amante era la literatura, con la que quizá se viera clandestinamente en el jardín de los cerezos… Y así se podría continuar con una legión de ejemplos. En España, por citar solamente alguno, es el caso, entre otros muchos, de nuestro premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, de Pío Baroja, de Gregorio Marañón… Pues bien, de esa doble vocación participa también el profesor doctor Antonio Bascones Martínez, médico, estomatólogo, biólogo, catedrático de la Facultad de Odontología de la Universidad Complutense, cirujano máxilo-facial, doctor "honoris causa" por diversas Universidades y actual presidente de la Real Academia de Doctores de España, que ha dado a la imprenta el libro que ahora nos ocupa y que viene a unirse a la relación de títulos ya publicados como La última experiencia, La fuerza del destino, El secreto del camino, Sol entre siete chimeneas, La invitación y Cuentos para una tarde de invierno obra que, por cierto, trae a la memoria los Cuentos de Navidad y Reyes de Pardo Bazán, y los Cuentos españoles de Navidad de Bécquer, de Galdós, de Valle-Inclán o de Ayala. Una producción literaria que se ve enriquecida con otros escritos dedicados a la poesía, prólogos, ensayos, artículos varios, etc.
Desde mi ventana es un libro que se inscribe en el género de la miscelánea, donde su autor recoge, como hacen, por ejemplo, Carlo Frabetti en su La Ciudad Rosa y Roja o José Luis Sampedro en La vida perenne, y tantos otros, diversas (cincuenta y tres concretamente) impresiones, pensamientos, reflexiones y recuerdos, de forma más o menos sucinta, con un pulcro manejo del castellano, cada tema en pocas páginas, pero en todos los casos las suficientes para captar el pensamiento y la intención del autor, confirmándose, una vez más, el aforismo que figura en la famosa obra de Baltasar Gracián Oráculo manual y arte de prudencia, aparecida en 1647: lo bueno, si breve, dos veces bueno.
No es de extrañar que las primeras páginas estén dedicadas a la figura de Santiago Ramón y Cajal, a su trayectoria familiar, docente e investigadora, pero sobre todo al tesón y esfuerzo diario no solamente en las cosas importantes sino también en las pequeñas. Un dato que sirve de base para reflexionar sobre el transcurso de la vida día a día, destacando el autor especialmente la faceta de "escritor de hondo pensamiento" del eximio científico. ¿Y la brevedad de la vida?, otra idea que invita a profunda reflexión en la que Bascones Martínez insiste pasando revista a los múltiples versos que sobre el carpe diem salieron de las plumas de Horacio, Garcilaso de la Vega, san Juan de la Cruz, Góngora, Quevedo o Juan de la Encina. Ciertamente el tiempo huye… ("… que se nos va la Pascua!"), de ahí que el autor afirme que "todo invita a aprovechar el tiempo y gozar antes de que el tiempo con sus estragos te haga viejo… ". Y si a Ramón y Cajal dedica dos estampas y cuatro a carpe diem, otras cuatro se dedican también al hombre del Renacimiento con el que se rompe la concepción medieval del mundo contraponiéndose al teocentrismo medieval; una época en la que brillan Leonardo, Borgia, Botticelli, Dante, Galileo, Newton, Shakespeare o Cervantes, así como papas que dejaron una profunda huella en la historia, entre otros Nicolás V que fundó la Biblioteca Vaticana o Alejandro VI que, con sus famosas Bulas de repartición de la Tierra, pasó a ocupar un lugar en la historia del Derecho internacional, los Médicis, etc.; son los años en que aparece la brújula, la imprenta o la Astronomía que adquiere ya categoría de verdadera ciencia; una época en la que el máximo esplendor del sentimiento está en la coplas de Jorge Manrique… Un tiempo que aún tiene rebrotes en el siglo XXI pues, como el autor advierte, es insólito ver hoy a jóvenes que junto al teléfono móvil o la tableta portan también un libro de cultura renacentista la cual, en su vertiente cristiana, cuenta con figuras como Juan de Yepes, fray Luis de León, de quien aún el eco de su voz resuena en las aulas de la Universidad salmantina, o del que fuera su alumno san Juan de la Cruz.
Por sus páginas desfilan también Blas de Lezo, el héroe del Caribe, Rodrigo de Bastidas acompañante de Colón en su segundo viaje, los aspectos del oficio docente y las relaciones entre maestro y alumno, el relativismo que actualmente impera sobre el comportamiento, y ese mal endémico de nuestras sociedades que es la corrupción, deteniéndose el autor en la corrupción descrita por ilustres plumas como las de Fernando de Rojas, Mateo Alemán, Cervantes (estableciendo un paralelismo entre éste y Unamuno), Juan Cortés de Tolosa, etc.
Se pregunta el autor qué es lo que ocurre en el momento actual con el arte y la cultura, respondiendo que la "clase política", sin distinción de ideología, los tienen abandonados al preocuparse únicamente de mantener sus escaños y poltronas. No olvida dirigir una mirada al camino de Santiago en el que subyace la comunicación entre personas tan diferentes y en el que está presente la diversidad de razas y nacionalidades, a quienes une esa esperanza de ascender la escalinata de la catedral que se erige soberbia en la plaza del Obradoiro para dar ese abrazo inolvidable al patrón de España. De la relectura de El Lazarillo de Tormes concluye el autor que en la sociedad actual la mentira y la astucia contribuyen a vivir holgadamente. En otras estampas o impresiones se refiere al nacimiento del castellano y del español, a Garcilaso de la Vega, a la contumacia, al enfermo de Alzheimer, a la Generación del 98, a la palabra y el lenguaje, la prosa y el verso, la palabra, la serendipia, la boca, la palabra y la tertulia, o a los principios, los valores y los objetivos, y a la perspectiva de la historia. En el libro se recogen cuatro discursos que el autor pronunció, con motivo de haber sido investido doctor honoris causa, o de haber sido distinguido con el título de profesor ad honorem, en otras tantas Universidades, son estos: "El Profesor en la Universidad: la transmisión del conocimiento", pronunciado en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, República Argentina, el 23 de mayo de 2014; "Investigación y transmisión del saber en Estomatología", leído en la Universidad de Chile, el 16 de enero de 2004; "La palabra ex presión de sentimientos y conocimientos", que pronunció en la Universidad Católica de Arequipa, el 26 de octubre de 2011 y, por último, "El conocimiento, la cultura y la sabiduría" que fue pronunciado en la Universidad Federico Villarreal de Lima, el 2 de marzo de 2006. Continúa el libro con referencias al conocimiento, la experiencia, la senectud y el recuerdo, también los amigos y tantos recuerdos, Unamuno como personalidad poliédrica y, por último, unas palabras sobre la imagen del pueblo, en concreto de "mi pueblo".
Estamos, pues, ante un libro de gran variedad temática, bien editado y ante cuyas páginas el lector queda interesado desde el primer momento, porque enseguida se percibe que constituye una excelente guía para la meditación sobre muchos planos que nos envuelven diariamente y que, por desgracia, la vorágine que preside la vida actual impide prestarles la debida atención, como si su consideración, su "tenerlos en cuenta", fuera algo muy tangencial y, por tanto, prescindible cuando en realidad, meditar sobre ellos, detenerse unos momentos ante lo que es inseparable de la vida personal, resulta fundamental e inexcusable.
Al finalizar estas breves líneas, que han querido ajustarse a los cánones de una "recensión", solamente resta felicitar al autor del libro por el acierto que ha tenido al plantearse, y llevar a cabo, un trabajo que realmente alcanza, a nuestro entender, un objetivo encomiable: hacer que el individuo del siglo XXI, devorado por las redes sociales, por las comunicaciones y transmisiones, prácticamente instantáneas, a través de ordenadores y demás "diabólicas" e impensables técnicas ("hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad" afirmaba ya don Sebastián en 1894, en la famosísima zarzuela de Tomás Bretón y Ricardo de la Vega La verbena de la Paloma), hacer que el individuo de hoy, decimos, se enfrente consigo mismo y se encuentre a sí mismo.

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